
Eduardo Basualdo es artista, nació en Buenos Aires en 1977. Este año, además de decirnos su edad, es objeto de su obra en Pupila, primera exhibición individual en el MAMBA que inauguró en junio de 2022 y estuvo montada hasta marzo de este año.
1977 llama como todo origen, con un golpeteo insistente a una lápida con forma de puerta que hace pensar en una construcción o el arreglo de una caño en el piso de arriba. 1977 golpea, avisando: atención, atención a lo que ocurre o a lo ocurrido.
A partir de la experiencia de disfrutar la gran exposición Pupila y una entrevista que le hicimos a Eduardo en dos veces, primero en el MAMBA, días antes de desmontar la exposición, y después en su taller, días antes de mudarlo a un nuevo espacio, lxs invitamos a conocer algunos aspectos centrales de la manera de pensar la obra y abordar los procesos creativos de este artista argentino que está en pleno movimiento.
El arte como refugio.
¿Qué es crear? Con Eduardo Basualdo esta pregunta puede contestarse desde el cómo: planteándose condiciones de producción a partir de reflexiones e ideas acerca del cuerpo y de la luz.
Justo antes de la pandemia, Basualdo se construye un cuartito para dibujar, una especie de autoconfinamiento para volver a dibujar. Nos cuenta “A Balzac le costaba tanto concentrarse para escribir que le pedía a su criado que le dejara comida para dos días y se llevara la llave del candado con que se encadenaba a la silla para que no le quedara otra opción que escribir. Me pasa eso con la producción en dibujo, en la mesa, siempre hay algo que me llama y me desvía. Hay una vida sucediendo afuera que compite con la producción. Si permanecés hay un momento en te concentrás, te quedás quieto, el espacio del dibujo se transforma en tridimensional, se abre un pasaje por el que podés entrar y estar ahí”.
El cuartito de dibujo se lo construyó pero al final no lo usó y en su lugar se armó un taller en el que no había otra cosa que papeles. Los dibujos de la obra Pupila son el resultado de ese autoconfinamiento entre papeles “los dibujos son entrar a un lugar construyendo refugios en el tiempo para lograr ser contenido».
Y, como en una mamushka de sentidos, nuestras pupilas, tocadas y hasta erizadas por mirar la introyección de la mirada que proponen los dibujos de Basualdo, se proyectan también hacia adentro de las miradas de los visitantes, explorando quizás los propios refugios.
El dibujo, un arma.
En la infancia, los refugios son parte del juego: rincones, casitas, escondites. Jugamos a escondernos. Si como dice Winnicott, el arte y la cultura son la continuación del juego en la vida adulta, las sensaciones y pensamientos alrededor de la idea de refugio que se plantean en Pupila resuenan aún más fuertemente. “Mi obra está atravesada por la idea de la realidad hostil, el dibujo para mi fue siempre una herramienta, un arma, incluso en la vida, yo iba a ser dibujante, después descubrí el arte. El dibujo es de lo que técnicamente nunca me separo”.
Pupila es su primera obra de dibujos, antes había mostrado dibujos pero más íntimos y discontinuados, todos diferentes. En este proyecto los dibujos tienen un lugar protagónico y un estilo definido.
¿Cómo nace el dibujante, fue en la infancia? “Yo creo que si me remonto a los juegos de la niñez soy más instalador, el dibujo vino después. Comencé armando espacios con mis hermanos, lugares con objetos, casas, chozas, cuevas. El dibujo siempre fue un trabajo más introspectivo y poco sistematizado. Me costó encontrar el método para construir un lenguaje con el dibujo”.
Eduardo recuerda un sentimiento enrarecido cuando una hermana lo felicita por un dibujo pero él piensa que no fue el que lo hizo, “hacía lo que me salía, no podía dirigirlo mucho y esa es una sensación que me llevó tiempo reconocer y valorar”.
Esto que Basualdo identifica como dificultad en sus inicios con relación al dibujo es lo propio del arte que aparece desplegado en profundidad en los dibujos y la instalación de Pupila: trabajar con lo que se desconoce.
El resultado es un recorrido por dibujos, hechos a lápiz, tinta o carbonilla, colgados sobre una serie de paredes blancas inclinadas que parecen derrumbarse . En el centro encontramos Brumaria, una gran instalación producida con aluminio negro, todo atravesado por un ruido insistente, que golpea, cada vez más fuerte a medida que nos acercamos.
Organizar la sombra.
Brumaria está realizada con aluminio, blackfoil, un material opaco comúnmente utilizado por fotógrafos e iluminadores , su función es absorver la luz. Si la montaña negra de cuerpos de Pupila no fuera negra, sería absolutamente otro el efecto. “El negro es ausencia de luz. No estás agregando nada, simplemente estás sacando la luz, y estás organizando la sombra”. Una sustracción. Eduardo relaciona esto con su preferencia literaria por los cuentos en vez de las novelas “me interesa lo mínimo indispensable para componer: cosas cortas, blanco, negro, tinta, papel y después, imaginación”. Así se logra una síntesis, no se agrega, se saca.

¿Y cuál es el componente que suma el color negro? “El negro está asociado al fondo, ese fondo que siempre está: la oscuridad, la noche, el universo”. Es curioso pensar esto en relación al cubo blanco de todas las salas de museos “las paredes blancas, eso que asumimos como vacío, es lo más artificial de todo, no hay blanco, esto que nosotros hacemos -las salas blancas en museos- para mostrar las obras es una construcción cultural naturalizada”.
El negro, el agujero negro que es Brumaria en medio de la sala blanca, pone también de relieve el artificio “lo más propio es la oscuridad, y de ahí empezar a organizarla”, dice Basualdo.
Cuerpo, condición, luz.
En su libro Ensayo de escape. Notas para un diagrama morfoconceptual (2023) (**), Basualdo traza un recorrido por las ideas que van entramando sus obras, algo que al ver una instalación, no vemos. Un detrás de escena de la creación. Un maravilloso mapa con pistas para situarse en el laberinto del deseo y de preguntas que impulsan la producción de una obra. Podemos leer las reflexiones y las obsesiones atendidas que guiaron sus procesos de creación hasta hoy. Allí él define “temas que atraviesan mis obras: cuerpo, condición, luz”.

En 2023 se estrena en el Cervantes «Obra del demonio», dirigida por Diana Szeinblum. Un conjunto de obras de Basualdo se asumen en esa propuesta escénica como personajes, objetos, escenarios o vestuarios, “Escenas y movimientos que pertenecían a la esfera íntima de la experimentación y el montaje de mis instalaciones fueron adaptados al espacio escénico”.
Puede rastrearse esta intención performática de Basualdo en su formación teatral y en el colectivo que integra, Provisorio permanente, grupo de artistas que en sus obras performáticas invitaba a lxs espectadores a realizar un recorrido sorpresivo, interceptado por diversas acciones y trayectos: atravesar puertas, entrar y salir a diferentes lugares de una casa en Paternal, hasta que después de una puerta final, el público era lanzado a la calle. Un final de escena, sin aplausos. Sigue siendo lo performático una motivación para Basualdo: trabajar con personas y la escena “esa es la zanahoria, algo que nunca alcanzo”.

Para Basualdo cada obra es una propuesta de investigación. Obras que son tesis. Un tema recurrente que motiva su trabajo: la relación entre el espacio mental y el espacio físico. Y la pregunta “¿quién dirige y en qué momento el principio de realidad?”
En los dibujos de los ojos vueltos hacia adentro de Pupila, la realidad es una construcción de la subjetividad. Pero, a su vez, es la estructura física del ojo la que mira. El adentro y el afuera son puestos en cuestión.
En Lo que la noche le cuenta al día, exhibición en la que participó este año en PROA, vuelve sobre ese tema con obras que utilizan el vidrio como metáfora de límite invisible, elemento que confunde el adentro y el afuera. “Nosotros también tenemos un vidrio en el cuerpo, el cristalino, un borde delicado que al ser invisible nos expone al desafío de decidir dónde lo ponemos”.
Finalmente el dolor opera como el constructor de ese límite.

“Vos tenés sensibilidad hasta acá -Eduardo señala el borde de su mano-, tocás acá y te duele, entonces llamamos cuerpo hasta donde llega el dolor, si no sintieras tu mano, la tendrías destruida, porque te olvidarías de ella ”.

Basualdo se sitúa en una zona de exploración que es un “entre”: ¿lo viví o lo imaginé?
El cuerpo en el espacio.
Cómo se habitan los espacios pareciera ser una problemática de los arquitectos. Pero una inquietud similar tiene Basualdo cuando piensa su obra: ¿cómo va a ser habitada?
En Ensayo de escape, Basualdo cuenta que cuando se dio cuenta que toda obra comenzaba por la iluminación, trabajó de manera consciente cómo dirigir la mirada del espectador, esto lo hizo llegar a las instalaciones: “De la obra a la luz, y de la luz al diseño del espacio”.
El espacio de Pupila está dividido en cinco zonas que se van descubriendo a medida que se avanza. En las primeras salas vemos dibujos, al final del laberinto aparece Brumaria, una gran mancha negra que en principio cuesta entender de qué se trata: no se reconocen las formas, al rato, cuando nuestras pupilas se agrandan para acomodarse a la falta de contrastes en esa opacidad, se van descubriendo cuerpos, una montaña de cuerpos, montaña de misterio, “la monstruosidad que está desde siempre”, dice Basualdo.
Después del shock provocado por esa negrura que nos inmoviliza, logramos dar unos pasos, bordear el volumen oscuro enmarcado por el cubo blanco de la sala, hasta llegar al final del final, y ahí nos damos cuenta: el insistente golpeteo que nos acompañó durante toda la muestra surge de una pequeña pared (¿o lápida?) que dice 1977, un origen.
La dramatugia del recorrido permite construir sentidos de determinada manera. Cuando se llega a una sala, explica Basualdo, quien observa automáticamente toma decisiones sobre el tiempo que le va a dedicar a cada cosa, “si entrás a una sala que mide 25 metros, vos ya te programás y decís son 2 segundos por obra, la idea de esta obra –Pupila– era entrar a una sala chica y establecer un horizonte de atención que te permitiera sumergirte en el espacio de a poco”, entonces el apuro se demora, se siente que se puede abarcar lo que la muestra ofrece y el trayecto gana tiempo, puede ir atrapando, se abre más el espacio cuando quien observa ya está en disposición de otro patrón de observación.

Dramaturgia del espacio: “Las instalaciones son menos objetos dispuestos en el espacio que la dirección del cuerpo de los visitantes a través de una guía visual. Manejar un cuerpo en el tiempo”. Pero no se trata de guiar como manipulación “Intento darle al espectador el lugar central: el espectador es el que va descubriendo, los descubrimientos no son obvios, a medida que va atravesando colabora con el despliegue de la narración, pienso las instalaciones como sets que se completan con el cuerpo de los espectadores”.
Basualdo establece una diferencia entre la experiencia del espectador y la del autor, “Yo muestro obras que sigo pensando, es lo que me hace estar conectado con el trabajo y la actividad. Es también establecer cierta complicidad con el público: mostrar cosas en las que vos no tenés todas las respuestas. Que el misterio de la obra sea real, que lo que no se sabe no lo sepa nadie”. En la tríada que se arma autor-obra-público trata de “generar una pregunta, poner unos bordes, unos componentes, pero no está la solución”.
En Pupila “aparece también un gesto dramatúrgico: que el final no coincida con el final. Está el gran final, y hay después una coda”. Y esto enrarece un poco más la experiencia ¿cuál es final de la historia?
Ese límite puede moverse. «La estructura arquitectónica de Pupila remite a la estructura mental, no solo vas perdiendo la orientación porque las paredes se van corriendo, sino que tenés quiebres entre las paredes que permiten conexiones entre lugares que no estaban asociados antes». Son recursos más propios del espacio mental que del físico “con la mente podés pasar de un lugar a otro fácilmente, de la patagonia a Buenos Aires, pensar en el pasado y volver al presente, pero el cuerpo no puede”. Utilizar el espacio físico de la forma en que se piensa o se siente es uno de los desafíos de su práctica.
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(*) En el libro Ensayo de escape. Notas para un diagrama morfoconceptual (2023), Basualdo comenta una charla telefónica con Victoria Verlichak en los noventa y cómo su libro, El ojo del que mira, “fue mi introducción al arte contemporáneo a través de la cabeza de muchos artistas”.
(**) Libro disponible para la venta en la librería del Museo Moderno de Buenos Aires (Para información acerca de compras de libros y entregas a domicilio: libreria@amigosdelmoderno.com)
Algo más: a quién invita Eduardo a tomar un gin